martes, 16 de septiembre de 2014

Sendas de otoño
el viento silba y nada
dice al crepúsculo.






Puedo ser luna
cuando el invierno se hace
llovizna en la luz.






Haikus, Senryûs y un Tanka

(Escritos durante retiro de silencio en alta montaña)




Caen con tristeza
las hojas
en la luz.


Crisálida

del tiempo: nace un reflejo
en el agua…


Amanece: niebla.
El tufo de estrellas
y olas en el árbol.


…tal vez la oruga en su
vergel tenga una vaga
nostalgia de morir.


Nana del viento:
mecidas en su flor de cuna
las avispas.


Dijo el cuervo al
espantapájaros: me alegro
por tu muerte.


Gritan las aves
el silencio compartido
de la nada y el todo.


Un alma gime
en la copa de un árbol
cualquier soledad.


Morir al viento es
como las horas muertas
de un vientre marchito.


Soledad sin tiempo:
hay una memoria en
el gemido del árbol.


De súbito
un halcón me mira
en la lejanía.


Caen desde lo alto
tintineando las hojas
bendiciones de muerte.


Amor. Flor extraña.
Crisálida del eco en
jardines floridos.


Algún vestigio
de este adiós fue un templo
donde entrar a orar.



Desierto: sólo
morir en el vacuo espejo
del amor.


Frutas en el suelo.
Sedas al viento. Aliso
mi cabello allá.


La lluvia cesa
cuando acaso no llora
al cielo herido.


Del silencio es
testigo milagroso
la hoja danzando.



TANKA:

Se acerca la abeja
y olisquea mi Otoño
podrido tal vez
el acento marchito
del tiempo: néctar de Dioses.